miércoles, 14 de septiembre de 2016

ROMANTICISMO

Aquí os dejo diferentes materiales para la ampliación y/o refuerzo de los aprendido en clase. Espero que os sea útil.




(quizá demasiado)
COMENTARIO LITERARIO
“CANCIÓN DEL PIRATA”, José de Espronceda
Con diez cañones por banda,
viento en popa, a toda vela,
no corta el mar, sino vuela
un velero bergantín.
Bajel pirata que llaman,
por su bravura, el Temido,
en todo mar conocido
del uno al otro confín.

La luna en el mar rïela,
en la loma gime el viento,
y alza en blando movimiento
olas de plata y azul;
y ve el capitán pirata,
cantando alegre en la popa,
Asia a un lado, al otro Europa,
y allá en su frente Estambul.
“Navega, velero mío,
sin temor,
que ni enemigo navío,
ni tormento, ni bonanza
tu rumbo a torcer alcanza,
ni a sujetar tu valor.

Veinte presas
hemos hecho
a despecho
del inglés,
y han rendido
sus pendones
cien naciones
a mis pies.
Que es mi barco mi tesoro,
que es mi dios la libertad,
mi ley, la fuerza y el viento,
mi única patria, la mar.

Allá muevan feroz guerra
ciegos reyes
por un palmo más de tierra;
que yo tengo aquí por mío
cuanto abarca el mar bravío,
a quien nadie impuso leyes.
Y no hay playa,
sea cualquiera,
ni bandera
de esplendor,
que no sienta
mi derecho
y dé pecho
a mi valor.


Que es mi barco mi tesoro…

A la voz de “¡barco viene!”
es de ver
cómo vira y se previene
a todo trapo a escapar.
que yo soy el rey del mar,
y mi furia es de temer.
En las presas
yo divido
lo cogido
por igual.
sólo quiero
por riqueza
la belleza
sin rival.

Que es mi barco mi tesoro…

Sentenciado estoy a muerte.
Yo me río;
no me abandone la suerte,
y al mismo que me condena
colgaré de alguna entena
quizá en su propio navío.
Y si caigo,
¿qué es la vida?

Por perdida
ya la di,
cuando el yugo
del esclavo
como un bravo
sacudí.
Que es mi barco mi tesoro…
Son mi música mejor
aquilones,
el estrépito y temblor
de los cables sacudidos,
del negro mar los bramidos
y el rugir de mis cañones.
Y del trueno
al son violento,
y del viento
al rebramar,
yo me duermo
sosegado,
arrullado
por el mar.

Que es mi barco mi tesoro
que es mi dios la libertad,
mi ley, la fuerza y el viento,
mi única patria, la mar”
En el texto aparecen varias figuras literarias como:
- La metáfora del verso 12: “Olas de plata y azul”.
- Personificación del verso 10: “En la lona gime el viento”. También, aparece en la tercera estrofa: “Navega, velero mío, sin temor”.
- La aliteración del sonido r en la tercera estrofa y en las dos últimas estrofas. El poeta pretende conseguir fuertes efectos sonoros (aquilones, temblor de cables, rugir de los cañones, el trueno), y trata de inspirarnos fuerza, temor, violencia.
- En el estribillo aparecen el paralelismo (que es mi barco/que es mi dios) y la anáfora (mi ley/mi única patria)
La canción del pirata es uno de los poemas más famosos de José de Espronceda (1808-1842). Fue uno de los poetas románticos más destacados de la primera mitad del siglo XIX. Expresó en sus poemas su rebeldía y su protesta contra la sociedad.
La obra es un canto a la libertad y a las personas que están al margen de la sociedad. El pirata aparece como un hombre rebelde, valiente y atrevido que vive al margen de las normas sociales en su navío. Su barco se llama el Temido y recibe ese nombre porque da miedo y es conocido por todos.
El poeta valora el contacto con la naturaleza; desprecia la sociedad, las leyes, la riqueza y se ríe de la muerte.
El barco y el pirata inspiran temor y superioridad. (“Que yo soy el rey del mar, y mi furia es de temer”).
El pirata goza de su alegría y reparte las ganancias obtenidas entre sus hombres. Él desprecia los bienes materiales, ya que la única riqueza que desea es la belleza sin rival.
El estribillo resume el ideal de vida del pirata. Aparecen reflejados los rasgos propios del movimiento romántico que son el afán de posesión de lo infinito, la búsqueda de la libertad y el deseo de escapar de las normas sociales.
El tema del texto es la libertad, la independencia. Un pirata navega en su barco en busca de aventuras sin temer a la muerte viviendo al margen de la sociedad.
El poeta emplea un lenguaje sencillo, coloquial, excepto en algunas palabras que se refieren al campo semántico del mar (velero bergantín, aquilones, popa...).

EJEMPLO DE PROSA ROMÁNTICA. LAS LEYENDAS DE BÉCQUER
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LOS OJOS VERDES
Fernando de Almenar  y su cuadrilla estaban cazando en el monte. Entonces vieron a lo lejos un ciervo y empezaron a dispararle. Lo hieran, pero el ciervo siguió corriendo hasta una zona del bosque donde nadie se atrevía a adentrarse porque una leyenda decía que allí había una fuente donde habitaba un espíritu maligno. La cabalgata se detuvo, pero Fernando salió en busca de su presa sin hacer caso de las advertencias de Iñigo uno de sus vasallos.
Desde el día que fue a la fuente de los Alamos, Fernando ya no iba a cazar, estaba ausente, se levantaba temprano e iba cada día a la fuente. Una vez, cuando estaba mirando las tranquilas aguas de la fuente vio unos ojos en el fondo. Unos ojos verdes, en los que no pudo dejar de pensar. Siguió yendo a la fuente hasta que un día, vio sentada en una de las rocas de la fuente a una hermosa mujer que tenía los ojos verdes que había visto en el fondo. Hablaba con ella siempre que la veía, pero ella nunca dijo una palabra.

-¿Quién eres tú? ¿Cuál es tu patria? ¿En dónde habitas? Yo vengo un día y otro en tu busca, y ni veo el corcel que te trae a estos lugares, ni a los servidores que conducen tu litera. Rompe una vez el misterioso velo en que te envuelves como en una noche, profunda. Yo te amo, y, noble o villana, seré tuyo, tuyo siempre.
     El sol había traspuesto la cumbre del monte; las sombras bajaban a grandes pasos por su falda; la brisa gemía entre los álamos de la fuente, y la niebla, elevándose poco a poco de la superficie del lago, comenzaba a envolver las rocas de su margen.
     Sobre una de estas rocas, sobre una que parecía próxima a desplomarse en el fondo de las aguas, en cuya superficie se retrataba temblando, el primogénito de Almenar, de rodillas a los pies de su misteriosa amante, procuraba en vano arrancarle el secreto de su existencia.
     Ella era hermosa, hermosa y pálida, como una estatua de alabastro. Uno de sus rizos caía sobre sus hombros, deslizándose entre los pliegues del velo, como un rayo de sol que atraviesa las nubes, y en el cerco de sus pestañas rubias brillaban sus pupilas, como dos esmeraldas sujetas en una joya de oro.
     Cuando el joven acabó de hablarle, sus labios se removieron como para pronunciar algunas palabras; pero sólo exhalaron un suspiro, un suspiro débil, doliente, como el de la ligera onda que empuja una brisa al morir entre los juncos.
     -¡No me respondes! -exclamó Fernando, al ver burlada su esperanza-; ¿querrás que dé crédito a lo que de ti me han dicho? ¡Oh, no!... Háblame; yo quiero saber si me amas; yo quiero saber si puedo amarte, si eres una mujer...
     -O un demonio... ¿Y si lo fuese?
     El joven vaciló un instante; un sudor frío corrió por sus miembros; sus pupilas se dilataron al fijarse con más intensidad en las de aquella mujer, y fascinado por su brillo fosfórico, demente casi, exclamó en un arrebato de amor:
     -Si lo fueses... te amaría... te amaría, como te amo ahora, como es mi destino amarte, hasta más allá de esta vida, si hay algo más allá de ella.
     -Fernando -dijo la hermosa entonces con una voz semejante a una música-: yo te amo más aún que tú me amas; yo que desciendo hasta un mortal, siendo un espíritu puro. No soy una mujer como las que existen en la tierra; soy una mujer digna de ti, que eres superior a los demás hombres. Yo vivo en el fondo de estas aguas; incorpórea como ellas, fugaz y transparente, hablo con sus rumores y ondulo con sus pliegues. Yo no castigo al que osa turbar la fuente donde moro; antes le premio con mi amor, como a un mortal superior a las supersticiones del vulgo, como a un amante capaz de comprender mi cariño extraño y misterioso.
     Mientras ella hablaba así, el joven, absorto en la contemplación de su fantástica hermosura, atraído como por una fuente desconocida, se aproximaba más y más al borde de la roca. La mujer de los ojos verdes prosiguió así:
     -¿Ves, ves el límpido fondo de ese lago, ves esas plantas de largas y verdes hojas que se agitan en su fondo?... Ellas nos darán un lecho de esmeraldas y corales... y yo... yo te daré una felicidad sin nombre, esa felicidad que has soñado en tus horas de delirio, y que no puede ofrecerte nadie... Ven, la niebla del lago flota sobre nuestras frentes como un pabellón de lino... las ondas nos llaman con sus voces incomprensibles, el viento empieza entre los álamos sus himnos de amor; ven... ven...
Resultado de imagen de https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjRXfNp-9siTEsg0Zt99o6YipFdZrrTfUJ2CK2qEDa6AsaqXmMtcXGnHiPsK9wB14IE0VBOlUv9ScKbEOcKshwxerfBB_mZgQNU46gaxGL4yrPOg9xzY-0ajcmqo53SmHETB2I5AkwfPSNh/s1600/Beso+sirena.jpg     La noche comenzaba a extender sus sombras, la luna rielaba en la superficie del lago, la niebla se arremolinaba al soplo del aire, y los ojos verdes brillaban en la oscuridad como los fuegos fatuos que corren sobre el haz de las aguas infectas... Ven... ven... Estas palabras zumbaban en los oídos de Fernando como un conjuro. Ven... y la mujer misteriosa le llamaba al borde del abismo donde estaba suspendida, y parecía ofrecerle un beso... un beso...
     Fernando dio un paso hacia ella... otro... y sintió unos brazos delgados y flexibles que se liaban a su cuello, y una sensación fría en sus labios ardorosos, un beso de nieve... y vaciló... y perdió pie, y calló al agua con un rumor sordo y lúgubre.
     Las aguas saltaron en chispas de luz, y se cerraron sobre su cuerpo, y sus círculos de plata fueron ensanchándose, ensanchándose hasta expirar en las orillas.







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